Mi historia con Diego Vos

Hola, queridos lectores y seguidores. Se de sobra que me conocéis si estáis leyendo esto y dudo que no hayáis oído hablar de un tal Diego Vos. Pues bueno, es hora de hacer público todo lo que durante mucho tiempo he mantenido callado. El susodicho peca a veces de copión, otras de prepotente… pero cuando te crees por encima del bien y del mal, tiene que haber quien te pare los pies. Diego, si este post llega a tu móvil, ya lo siento.

Hace algo más de tres años, me sentí tentado por un tweet de una cuenta llamada Sprint Final. Era una web pequeña de ciclismo, un deporte que me apasiona, y buscaban colaboradores. «¿Por qué no?», me pregunté. Los primeros meses fueron muy bonitos, sin discusiones y con armonía. Sin embargo, nuestro protagonista madrileño se fue en uno de sus viajes el verano de 2016. Os preguntaréis que tiene que ver esto con nuestra relación ‘personal’… básicamente todo. Digamos que, cuando regresó, había dejado en su lugar de vacaciones todas sus capacidades para llevar una web que intentaba hacerse un hueco en el mundillo. Durante su ausencia, tres compañeros habíamos tomado las riendas con su permiso y nos quedamos con cara de poker cuando vimos como regresó.

A partir de ahí, comenzaron sus idas de olla, las que ya todos conocéis por Twitter. Ideas que no tienen sentido más allá de la cabeza de alguien con menos luces que un barco pirata. Ah, y es más importanta aún decir que no aceptaba muy bien las críticas, como le sigue ocurriendo ahora. Unas veces llegaban por nuestra parte, otras desde fuera. Cuando eran externas, más de una vez estuvimos a punto de tener problemas serios en Sprint Final (sí, coño, legales). Si no recuerdo mal, el caso más claro fue con una fotógrafa cuyo nombre no quiero desvelar, pero que si lee esto sabrá de sobra que es ella.

Sí, el señor Diego Vos se pasaba por el forro cualquier tipo de copyright y encima sus respuestas cuando se le acusaba de ello eran de lo más variopintas, ridículas y -al final- maleducadas. Lo se, en Sprint Final seguimos cogiendo alguna foto (muchas menos que en su época) sin pagar. Lo siento, pero no hay recursos para más. Supongo que podemos tener el perdón de alguien por el hecho de que nos dignamos a citar la autoría y atender como se debe cualquier requerimiento de su autor.

Fotos aparte, el desmadre después de su viaje africano se fue acrecentando cada vez más. Mientras el resto de colaboradores tratábamos de crecer como algo parecido a un medio de comunicación, el se creía el ‘rey del mambo’ y nos sorprendía con directos en redes sociales en los que solo conseguía que Sprint Final pareciera un circo. Y las críticas seguían… Hasta que -por suerte- todas esas críticas parecían tener un efecto positivo para todos y Diego se cansó de escribir. ¡Que ingenuos fuimos cuando pensamos que se terminaron nuestros problemas! Lo peor, que es el final, estaba a punto de suceder.

Como ya sabréis, este personaje lo único que busca en cada una de las acciones de su vida es llenar su bolsillo… y que el resto veamos lo bien que hace las cosas (ironía). Sprint Final no podía ser menos y cuando dijo que abandonaba la web se quiso llevar consigo todo el dinero que habíamos recaudado en esos años (una cantidad que no saca de pobre a nadie) y la cuenta de Instagram.

Como defensa, yo fui quien intentó bloquear todos sus accesos a NUESTRAS redes sociales, pues sabíamos que era capaz de hacerlo todo por las bravas. Aún así, fue capaz de convencer a Instagram y Twitter para recuperar dichas cuentas. Al final, por mediación de otro de los colaboradores -puesto que yo había tenido varias llamadas de telefóno con él y nuestro tono no fue precisamente sosegado-, conseguimos mantenerlas para nuestro uso y le dimos el dinero (que repito, no saca a nadie de pobres) con tal de no aguantarle más.

Aún así, él seguía como ‘webmaster’ de Sprint Final, aunque su figura fuera más bien insignificante salvo que quisiera hacer caer la web con un solo click. Por ello, llegamos a una especie de acuerdo por el cual toda la mierda se quedaba oculta y él no pulsaría el botoncito (algo con lo que amenazó muchas veces mientras ‘dirigía’ Sprint Final al ver que sus ideas no eran aceptadas por ninguno de los colaboradores). Y no lo hizo, pero fue gilipollas y pensó que no nos íbamos a dar cuenta de que el aviso de renovación del dominio de pago -anual- le llegaría a él.

Sí, estáis en lo cierto, nunca nos informó de los avisos de WordPress relativos al vencimiento de los plazos de pago y no pudimos pagar. Así pues, ese dominio quedó inoperativo y tuvimos que migrar nuestro trabajo a una nueva dirección. No tendremos la misma difusión de antaño, pero al menos somos más felices. Es lo que pasa cuando alguien te vende que tiene ‘nosecuantosmil’ seguidores, pero la mayoría de ellos los ha conseguido de manera fraudulenta.


Eriz Fraile, co-director de Sprint Final.

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